domingo, 31 de julio de 2011

Once de Marzo.

Inspirado en Jueves, de La Oreja de Van Gogh.

Lunes 18 de Octubre 2003, Madrid, España (7.10 am)
Era apenas su segundo año en la universidad,  diseño gráfico era lo que había decidido estudiar, pese a que tuviera que tomar un tren para llegar. El lugar estaba lejos pero a ella le encantaba.
- Un boleto, por favor. – dijo tímidamente mientras buscaba el dinero para pagar en su bolsillo izquierdo. Le dio la plata a la muchacha y le susurró un “gracias” acompañado por una pequeña sonrisa. Esa sonrisa, en realidad, no iba dirigida hacia la chica de la boletería, si no que se asomaba porque ya sabía lo que iba a ocurrir después.
Desde septiembre, para ser exactos desde el  2 de septiembre, que se encontraba con el muchacho que había comenzado a quitarle el sueño.
Ingresó al tren con un brillo especial en los ojos, se sentó en su asiento favorito, que por suerte estaba vacío y comenzó a esperar. El joven al parecer iba retrasado, porque casi siempre estaba dentro cuando ella llegaba.  La espera le dio tiempo para pensar, para maldecirse a sí misma. Ella creía que si fuera más guapa, un poco más lista, o si fuera especial, si fuera de revista tendría el valor de cruzar el vagón y preguntarle quien era.  Él no va a venir pensó ella, pero antes de que sus pensamientos cantaran victoria, llegó al tren.  Tenía las mejillas rojas, seguro por correr, y la respiración algo entrecortada. Se sentó  en el asiento frente a ella sosteniendo con sus manos el bajo que estaba dentro de su funda. Sus ojos marrones se posaron en él.
Jamás se había percatado de que en realidad, no lo conocía. Lo único que compartían el extraño y ella era el vagón.  Apartó su mirada de él. En realidad sabía varias cosas, pero todas las había aprendido por verlo. Sabía que su nombre era Dougie, al menos eso decía el estuche de su instrumento musical, y sabía que era inglés porque más de una vez lo había oído hablar por celular en ese idioma.  Sabía también que hablaba español con facilidad, pero que a veces su acento lo delataba un poco. Un débil sonido la sacó de sus pensamientos, lo miró por segunda vez.  El muchacho soltó un bostezo al cristal, dejándolo empañado. En él dibujó una cara sonriente. Y ella se sentía tan idiota que escondió su cara un poco más en su bufanda. Se sentía tonta porque hasta verlo bostezar, que era algo tan natural, le parecía lindo y especial en él. Por contagio, bostezó también y los ojos celestes de él se posaron sobre los marrones que ella poseía. Vergonzosamente corrió la cara hacia la ventanilla y ruborizada, comenzó a pensar en el que rubio tenía unos ojos bastante pequeños, y que cuando sonreía parecía que eran inexistentes.
Martes 9 de Diciembre 2003, Madrid, España (7.30 am)
Dougie estaba sentado frente a ella, como siempre, lo cual hacía que las mejillas de la muchacha tomaran un color rosado que la hacía sentir feliz.
Sus largas y frondosas pestañas, que acompañaban a sus ojos marrones verdosos, miraban hacia un punto fijo en la pared. Estaba concentrada en sus propios pensamientos, pero una sensación de incomodidad la invadió. Sentía que alguien la estaba mirando y entre todas las personas se puso a buscar al dueño de esa mirada. Jamás se imaginó que él la iba a volver a mirar, pero ocurrió, por segunda vez los ojos azulados del rubio se detuvieron en ella. El muchacho bajó su mirada,  y ella sonrió. Era de estatura normal, tirando a baja, y que sus mejillas estuvieran sonrojadas lo hacían ver más adorable. Luego de unos minutos, la estación en la que él bajaba siempre, llegó.  Pudo percatarse de que las expresiones del chico pasaban de ser alegres y tranquilas a tristes en un instante.  Mientras el tren paraba, él la volvió a mirar. Ella se miró la ropa y recordó que, pese al frío, había escogido su ropa más bonita, sólo para él. Y supuso que por eso la estaba mirando. Solía hacer eso, se colocaba maquillaje y ropa linda, y siempre antes de subir al tren se miraba al espejo, para ver si todo estaba en orden. El muchacho bajó y ella suspiró. Había pasado otro día más y seguía sin hablarle. Se sentía torpe. Muchos le habían hablado, una conversación corta, típica entre extraños. Qué frío está el clima, ¿tienes hora?, algo así, nada más, pero no, ella seguía con sus labios bien juntos.
Jueves 11 de Marzo 2004, Madrid, España (7. 26 am)
Y así pasaron los días, de lunes a viernes, como las golondrinas del poema de Bécquer. De estación a estación, iba y venía el silencio. Había ensayado mentalmente que cosas decirle al muchacho que estaba sentado justo en frente, como siempre que podía, pero no le salían las palabras correctas. No podía expresarse.  Lanzó un suspiro al aire y dirigió su mirada al chico del tren, como ella le decía. Sus amigas aseguraban que estaba obsesionada, pero ellas no entendían. El chico era un misterio para ella, un misterio que quería resolver pero no lo lograba. Se levantó del asiento y le dejó el lugar a una mujer embarazada, ella sonrió de lado en señal de ternura. Lo había visto hacer eso unas cuantas veces, con embarazadas o con señores mayores. Eso era otra cosa que sabía de él. Y también le conocía la forma en que movía las piernas cuando llevaba su iPod y escuchaba música. Y en verano, sus tatuajes, que se dejaban ver a través de las mangas cortas. Hoy, por alguna razón, le parecía que estaba más lindo, que tenía algo diferente. Quizás era solo su imaginación, como ayer no había ido a la universidad, no lo vio, entonces podía ser solo porque lo extrañó.
Y de pronto sucedió, la mira, y ella lo mira, el muchacho suspira levemente, ella cierra los ojos avergonzada y lo único que escucha es el ruido del tren andando. Él aparta la vista. La muchacha apenas respira, se siente pequeñita y comienza a temblar. Y entonces ocurre, se despiertan sus labios, susurran su nombre tartamudeando.
- ¿D-Dougie? – pronuncia ella, débilmente, pero lo suficientemente alto como para que él escuche. Ella imagina que está pensando ¡Qué chica más tonta! Y se quiere morir, que la trague la tierra –
Pero el tiempo se para, Dougie se levanta en dirección a ella, toma el asiento vacío a su lado y le dice:
- ¿Sabes? Yo no te conozco y ya te echaba de menos. – su voz era suave, no muy gruesa, encajaba perfectamente con sus facciones. – Todas las semanas, rechazo el directo y elijo este tren
Fue ese momento en el que ella se dio cuenta de que había notado su ausencia en el tren, él también la buscaba con la mirada.
- Estaba enferma, pero ya estoy bien – contestó nerviosa – Mi nombre es Victoria.
- El mio Dougie, aunque al parecer ya lo sabes – le respondió con una sonrisa  y estrecharon sus manos.  Su piel era suave pero a la vez áspera, sus manos eran típicas de músico. –
Y así transcurrió el viaje, se contaron de sus vidas. De la razón por la cual ambos tomaban ese tren y ahí se enteró ella de que Dougie había tomado ese tren por error una vez pero desde que la había visto no había dejado de tomarlo. Un día especial, este 11 de Marzo. Al menos para ellos.  Llegaron al túnel previo a la estación y la luz se fue. Un ruido ensordecedor aturdió a los pasajeros y cuando Victoria dejó de sentir sus piernas supo que algo estaba mal. Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y entre escombros encontró la mano de Dougie, del chico del tren, que se encontraba atrapado bajo algunas cosas.
- ¿V-Victoria?  - esta vez era él el que pronunciaba su nombre tartamudeando. Ella quiso responder pero no le salían las palabras. El dolor punzante parecía no querer dejarla hablar. –
Con sus manos fue buscando la cara del muchacho, hasta encontrarla y unir sus labios. Ellos sabían que era el inicio de una historia, pero jamás se imaginaban que también sería el final.
- Te quiero – le dijo ella, y le regaló así el último soplo de su corazón. –

Madrid, 11 marzo 2004, 7.37 horas. Una bomba explotó cerca de la estación de Atocha. Un minuto después dos bombas procedieron a explotar en el mismo tren. A las 7.39 cuatro bombas más explotaron destruyendo otro tren a unos metros de esa estación. 190 muertos y más de 1.500 heridos.

viernes, 15 de julio de 2011

Derrotada.

Tengo solo catorce años, no pueden ponerme todos los problemas juntos a mi. Mi mejor amiga se corta, y nos mintió. Un idiota, que ella eligió para que sea su canal de comunicación, sabía que lo hacía y para atraerla se empezó a cortar el también. ¿Cómo se supone que tengo   que reaccionar ante todo esto, sabiendo que mi amiga puede estar al borde de la muerte?
Tratamos todo, nadie puede decir que no, pero ya no se. Las fuerzas se me fueron todas por la boca la última vez que le hablé, y lamento admitir que creo que es momento de rendirme. Se que no es correcto, que no tengo que hacerlo pero ¿qué mas da? Si a ella no le importa su propia vida ¿Por qué me tiene que importar a mí, que ya lo di todo?
Lloré hasta mi última lágrima, di todo, todo, pero no pienso dar más.
Espero que se de cuenta del gran error que está cometiendo, que se de cuenta de que esto es una estupidez, de que le tiene que sonreír a la vida. Al mal tiempo buena cara, al menos eso es lo que dicen.
Y ese ser humano, repulsivo al que ella llama amigo, al que ella decide contarle las cosas... nunca en mi vida sentí algo como lo que siento por él. Creo que estoy experimentando una especie de "odio real" hacia él. Porque admito, ¿quién no ha dicho alguna vez "lo odio" cuando en realidad no lo odiabas? Pero esto es cierto, porque se está metiendo con nosotras, con nuestro grupo de amigas, con la vida de las personas que quiero.
Lo único que espero es que pronto, de alguna manera, todo esto se mejore, porque no quiero tener un trauma de por vida sabiendo que una amiga perdió la vida y yo hice poco para detenerla. En verdad... hicimos mucho, pero ella no quiere entender entonces ¿Valió la pena en realidad? Cuando creímos que realmente iba mejor, estaba yendo peor, porque ¡vamos! ¿a quién queríamos engañar? Era obvio que esto no iba a tener una solución rápida, y mucho menos una solución que esté al alcance de un grupo de chicas de catorce.

lunes, 4 de julio de 2011

Extrañando mariposas.

¿Vieron ese momento en el cual lo único que querés hacer es sonreír?  Bueno, eso es lo que estoy viviendo ahora. No es normal, lo se, pero él saca cada una de mis sonrisas.
Mañana lo vuelvo a ver, escondida, en secreto, pero al menos lo veo. Lo estaba extrañando.
Extrañaba esas sonrisas pícaras que deja salir de vez en cuando, y también esa risa sincera que suele tener siempre.
Extrañaba oírlo, reírme de alguna tontería que se le ocurriese hacer, y que el sin darse cuenta, y sin ninguna intención, se riera conmigo.
Extrañaba pasar por su lado y sentirme viva, sentirme feliz.
Lo extrañaba. A él, si. Y mucho.
Deseo sentir esas mariposas que siento siempre, revoloteando dentro mío, y deseo también, con mucha fuerza, que de alguna manera se de cuenta de que existo. Todas las semanas deseo lo mismo.

domingo, 3 de julio de 2011

No hay mucho más que pensar, son las 02:49 de la madrugada.

Es tonto lo que voy a decir, pero es lo que me pasa.
¿Nunca sintieron ese cosquilleo incesante cuando ven a una persona? Bueno, eso es, básicamente, lo que siento yo cuando lo veo a él. ¿No es difícil de entender, no? Es que con esa sonrisa que tiene... no se... no puedo explicarlo con palabras. Es como intentar hacer que un mudo le repita algo a un sordo.
Y se va y no viene como hasta el miércoles y yo pienso. Cada día que pasa es un día menos de verlo ¡Y lo que menos quiero es no verlo! Lo necesito mucho. Es gracioso y triste a la vez, porque yo lo necesito pero el puede vivir tranquilamente sin mi, y duele saberlo.
Hay veces en los que veo una pareja que va caminando por la calle y me pregunto si en algún momento será mi turno. No quiero estar sola, sola para siempre. Es mi mayor temor. Y no me vengan con un clásico: ''tenes amigos'', porque los amigos no llenan ese vacío que tengo porque él no es mio. No es lo mismo. Tus amigos no te pueden dar un beso, tus amigos no pueden estar con vos de la mano, no, simple y plano, no. Y me hiere saber que no tengo a nadie para hacer eso, y me duele más pensar que él si puede. Pero yo no, porque no soy de esa clase de gente que puede llegar a enamorar a todo el mundo.
Simplemente soy demasiado tranquila.

sábado, 2 de julio de 2011

Comenzando desde el inicio, deseándome suerte.

Comienzo hoy, en este nuevo blog, por la razón por la cual había dejado de escribir en el anterior.  Crecí.
Y comienzo aquí, pero el otro no se va, solamente va a quedar en mi recuerdo. Supongo que ya no me identificaba con él, que tenía demasiadas cosas del pasado que... ya no quería recordar.
Cambié, mi corazón también cambió su ritmo, mi vida es diferente, yo soy diferente. Mi sonrisa se asoma por razones distintas entonces... no podía seguir atada a entradas que no me parecían propias, que no me conmovían, que no me sacaban un sonrisa.
Así que bueno, así estoy, suspirando por una nueva razón, con sonrojos por una nueva persona.  Con amigos nuevos... en realidad, con menos amigos. Simplemente con nuevas metas, con nuevas ideas para vivir y seguir viviendo.