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Corrió la cortina y tomó un sorbo de su taza de café. Suspiró y el vidrio quedó marcado a causa de su aliento. No estaba de humor, para nada.
Llovía fuertemente y se desataban grandes ráfagas de viento, tan fuertes que lograron abrir una ventana. Él se acercó corriendo y comenzó hacer fuerza para cerrarla, cuando varias gotas lo salpicaron en la cara. Cerró los ojos y dejó escapar una leve risita, en un tono bajo. Varios recuerdos se instalaron en su mente, carcajadas, salpicaduras, el olor a la tierra mojada.
“El chaparrón se había largado justamente sobre su cabeza, y aunque corriera sería inútil, ya estaba empapado, entonces decidió caminar a un ritmo normal, aunque la gente se lo llevara puesto. Cruzó la calle y abrió su paraguas, pudo observar a una muchacha parada en el medio del parque, mirando para arriba.
- Hey, si quieres puedo prestarte mi paraguas. – le dijo, y la muchacha lo observó con unos enormes ojos azules. Él se quedó helado. –
- ¿Paraguas? Já, yo no quiero uno de esos. ¿No te fascina mojarte? – le dijo la muchacha –
- ¿En realidad? No – rió ante la cara de desconcierto de la chica – En serio, no me gusta sentir que mi ropa pesa el doble que yo. – comentó –
- ¡Por Dios! – se horrorizó en broma - ¿De qué planeta eres? Ven, te mostraré. –
- ¡Espera! – dijo él – ¿cómo es tu nombre? – le preguntó –
- Charlotte. ¿El tuyo? – preguntó ella mientras extendía la mano –
- Tom… mi nombre es Tom. – El rubio aceptó la mano de la morena que, corriendo, lo llevó de vuelta al parque del que se había alejado algunas cuadras, mientras caminaban bajo las lágrimas del cielo. –
- Bien, lo primero que tienes que hacer es cerrar los ojos. ¿Has notado alguna vez que cuando cierras los ojos, todo se siente más profundo, distinto? – En verdad, Tom nunca había notado eso, pero ahora le parecía cierto, la lluvia se sentía diferente con los ojos cerrados –
- Bien ¿Y? Sigo sin estar feliz por estar empapado – replicó, firme en su postura –
- Extiende tus brazos, testarudo, y mantén los ojos cerrados. Apuesto a que jamás te has detenido tampoco a sentir como caen las gotas sobre tu cuerpo, ¿no? – Tom movió la cabeza de forma negativa – lo supuse. – contestó ella –
- Bueno… esto comienza a ser raro. – dijo él –
- ¿Raro? Para mí esto es lo más normal. Suelo correr bajo la lluvia. – Tom la miró más que extrañado –
- No eres normal… Charlotte. No lo eres. – Ella rió estridentemente, Tom la siguió –
- Sabes, eres la persona mil quinientos treinta y dos que me lo dice, pero eres la primera que siento que lo hace sin malas intenciones, así que gracias. – lanzó una pequeña carcajada y continuó hablando”
Se levantó del sillón, lanzó un suspiro, observó otra vez por la ventana y el clima seguía lluvioso. Decidió ir por su abrigo y salir a enfrentar a la lluvia, y también a sus recuerdos.
“- ¿Tom, eso que llevas ahí es un paraguas? – preguntó Charlotte indignada. – No puedo creerlo, eso es una traición a tu pobre novia. – dijo ella – sabes que los detesto.
- Vamos, Charlie, está lloviendo demasiado, creo que en verdad deberías usarlo. – Ella lo miró con el ceño fruncido. – Ok, sé que no lo harás. – Ambos rieron –
- ¿Sabes que te quiero, no Thomas? –
- Lo sé desde ese día en el parque. – La tomó de la mano y emprendieron el viaje hasta la casa de Tom, sin un paraguas que los tapara”
Tom caminó con la mirada gacha, observando el suelo. Pasó por una florería y compró una hermosa rosa roja, para ella. Cuando llegó, se decidió a hablar.
- ¿Sabes? Te he extrañado mucho este tiempo que ha pasado, Charlie. No sé si pueda seguir así mucho más. Necesito que me abraces, que estés conmigo. No he salido a caminar bajo la lluvia desde el día en que te fuiste. Habías hecho que me guste, pero ahora lo detesto, lo aborrezco, en verdad. Y sí, sé que debo seguir con mi vida, pero no puedo hacerlo si en cada día de lluvia se me viene tu imagen a la cabeza. Siempre me dijiste que la lluvia tenía un significado especial para ti, ahora te entiendo, vaya si lo entiendo. Lo estoy viviendo en carne propia – concluyó, y arrojó la rosa a la tumba.
- Charlotte Williams. 1987 – 2007 – “Te recordaremos hasta que la lluvia deje de caer” –