lunes, 23 de enero de 2012

Los Juegos del Hambre, sinsajo ll.

Peeta y yo volvemos a unirnos. Aún hay momentos donde él aprieta la parte
trasera de la silla y se sostiene hasta que los recuerdos se han terminado. Yo
despierto gritando de pesadillas sobre mutos y niños perdidos. Pero sus brazos
están ahí para confortarme. Y finalmente sus labios. En la noche en que siento
esa cosa de nuevo, el hambre que me controló en la playa, sé que esto habría
pasado de todas formas. Que lo que necesito para sobrevivir no es el fuego de
Gale, encendido por la rabia y el odio. Tengo bastante fuego en mí misma. Lo
que necesito es el diente de león en la primavera. El amarillo brillante que
significa renacer en vez de destrucción. La promesa de que la vida puede
continuar, sin importar lo malo de nuestras pérdidas. Que puede ser buena de
nuevo. Y sólo Peeta puede darme eso.
Así que después, cuando él susurra:
―Tú me amas. ¿Real o no real?
Le digo:
―Real.

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